“Ella ya no puede hablar con los hombres”

La historia de Zainab, secuestrada por rescate en Serekaniye. Originalmente publicada en árabe aquí

Hamza Hamaki

Jumah Sheikho no esperaba que la decisión de regresar con su esposa a su ciudad, Serekaniye, terminaría en tragedia.

El 9 de octubre del año pasado, Turquía, con facciones afiliadas a la oposición siria, lanzó una gran invasión militar desde Serekaniye a Gire Spi. Tuvieron lugar feroces batallas en un frente de 120 km en la frontera entre las dos ciudades, que terminaron con el control de Turquía sobre toda esta área tras de la retirada de las Fuerzas Democráticas Sirias, según un acuerdo entre Washington y Ankara.

Fue al tercer día después de que comenzaron los bombardeos y la lucha, cuando Jumah Sheikho decidió llevar a su familia fuera de la ciudad hacia el sur y el oeste, a las aldeas de la ciudad de Til Temer en el camino de Heseke, en un intento por salvar sus vidas cuando el bombardeo turco alcanzó su apogeo y las bandas yihadistas armadas invadieron Serekaniye en una “guerra callejera”.

Esa tarde, partió con una moto que era su única forma de sacar a la familia. Como la mayoría de sus vecinos, temían por sus vidas y sentían que no tenían otra opción.

Durante los primeros días del bombardeo turco dirigido a la ciudad y a la zona rural de su alrededor, huyeron unas 150.000 personas. Cruzaron la zona rural de Til Temer y llegaron a Heseke, en escenas que encarnaban una de las peores tragedias en Siria en los ocho años de la guerra. Cientos de niños y mujeres se agruparon, refugiándose del frío y la lluvia en escuelas o edificios sin terminar.

Durante este tiempo, la mayoría de las organizaciones internacionales de ayuda retiraron a su personal de Rojava y cruzaron la frontera hacia la región de Kurdistán en Irak. Esto llevó a una gran presión sobre las organizaciones locales, que se encontraron asumiendo toda la responsabilidad de proporcionar asistencia a los desplazados, a pesar de sus capacidades limitadas.

El día trece de octubre supuso un giro trágico para Zainab y su familia. Dos días después de llegar a un lugar seguro, ella y su esposo tomaron la decisión de regresar a casa para averiguar qué les había sucedido.

“Habíamos tomado la decisión de revisar nuestra casa y recoger algunas cosa básicas”, dijo Sheikho, “pero nunca pensamos que Zainab sería secuestrada por una facción armada en el centro de la ciudad. Por suerte logré escapar con otras familias”.

Zainab pasó dos semanas detenida, un tiempo durante el cual Jumah no pudo dormir. Este temor se ha observado en docenas de familias desplazadas de Serekaniye según informes locales de derechos humanos, a pesar de no poder recopilar estadísticas precisas sobre estas violaciones.

Después de que Sheikho se reencontrara con su familia, lo intentó todo para averiguar qué le había sucedido a su esposa, pero fue en vano, hasta que recibió mensajes de la banda que la habían detenido.

Con las canas cayendo sobre su rostro, dice: “Me enviaron fotos de Zainab y exigieron un rescate de un millón de libras sirias a cambio de su liberación”. Trató de conseguir la cantidad con el objetivo de enviarla a través de mensajeros a los agentes que habían detenido a su esposa.

Durante el período de detención de Zainab, el hombre consoló a sus tres hijos y a su otra esposa. Les dijo: “El millón de libras que envié a las facciones armadas, trabajé duro para cobrarlo, pero el regreso de mi esposa a su familia no puede medirse en dinero”.

Sin embargo, el regreso de Zainab a su familia no terminaría con su sufrimiento, como esperaba su esposo. Los efectos que el período de detención forzada ha dejado en ella están lejos de ser olvidados. El horror de las escenas de asesinatos y torturas que vivió durante dos semanas fue una pesadilla de la que todavía no puede despertarse.

La revista Char no registrar su testimonio y saber qué le sucedió durante el período de detención, ya que Zainab no pudo mirar a cámara mientras estábamos tomando fotos. “Ella ya no puede hablar con los hombres”, dijo su esposo.

Zainab vive ahora con su familia en la escuela de Umm Hajariya, ubicada al oeste del barrio de Al-Nashwa en Heseke. Viven en una habitación, con otras dos familias, en condiciones difíciles.

Al explicar la situación de su familia, Sheikho agregó: “¿Cómo pueden vivir tres familias en una habitación? Estos niños no van a la escuela. Todo cambió de la noche a la mañana”.

Para Jumah, el dolor y las dificultades que experimentó y atravesó con su familia, dice que solo valdrían la pena si pudiera ver a su esposa recuperarse de su crisis psicológica y superar los horrores que vivió.

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