Entrevistamos a Naima Mehmud, Co-Presidenta de Mala Jin (Casa de las Mujeres) del Cantón de Heseke. Hablamos con ella sobre el trabajo que realizan en Mala Jin y de cómo se ve afectado por la invasión y guerra del Estado turco y por la reciente pandemia del Covid-19.
La Casa de Mujeres (Mala Jin), es una de las instituciones populares que se construyeron a partir de 2011 con el estallido de la revolución. Forman parte del Movimiento de Mujeres, agrupado bajo el paraguas de la organización Kongra Star, y están establecidas por todo el territorio de Rojava, como uno de los pilares de la institucionalidad basada en las comunas que representa la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria.
Su función es la de dar apoyo a las mujeres en la resolución de los problemas que las afectan, y tomar parte a través de los Comités de Consenso en la gestión de los conflictos basados en el género. En el proyecto de Mala Jin vemos dos de los principios de la Revolución cristalizados: el de acabar con la opresión que sufren las mujeres y el de entender, abordar y resolver los conflictos dentro de la comunidad. Los problemas a los que se enfrentan las mujeres incluyen a maridos que han tomado segundas esposas, matrimonios forzosos, cuestiones de herencia o violencia machista. Porque a pesar de los cambios legislativos que se han tomado (como prohibir la poligamia o aumentar a 18 anos la edad legal para casarse), estos se continúan produciendo y es un trabajo pedagógico a largo la herramienta para erradicarlos totalmente.
Como casa de justicia, la Mala Jin adopta un papel mediador, manteniendo conversaciones con las partes afectadas cuando es posible -una pareja, una familia, dos o tres familias o tribus- y buscando una solución juntos. Aún así, en casos graves de violencia machista o conflictos a los que no se llega a acuerdos, se recurre también a herramientas como los cuerpos policiales y el sistema de Justicia de la corte, tomando medidas punitivas si es necesario.
